Mira al Señor para estar radiante – así tu rostro no tendrá que ser avergonzado. Salmo 34 v 5

 

Esta es la intención de Dios para nosotros ¡y de hecho algunos de nosotros sabemos lo que significa estar radiantes! Pero para otros, ese no es realmente el caso y estamos viviendo la vida a modo de supervivencia con serias dudas respecto a nuestra valía y con auténticas decepciones en lo profundo de nuestro ser.

 

Las raíces de todo ello pueden provenir desde la niñez porque también nuestros padres nacieron en un mundo caído, e incluso sus mejores esfuerzos pueden haber dejado una huella.

 

Algunos de nosotros podemos estar viviendo con un bajo sentido de pertenencia, o puede que luchemos tan solo para estar aquí. Para otros, es una cuestión de pecado que se está afianzando. Puede que hayamos estado viviendo vacíos desde que nos alcanza la memoria, o nos hemos asentado en una vida de independencia o de control, y el convertirnos en cristianos no nos ha traído ningún alivio de verdad.

 

 

 

Por un lado “En el principio” describe el modo en el que Dios creó el mundo y por otro, para cada uno de nosotros, “En el principio” comenzó mucho antes de que fuésemos concebidos, en las generaciones anteriores a nosotros.

 

Sabemos que el mundo en sus orígenes era “muy bueno” y nosotros formábamos parte de él, nos hallábamos ante de Dios ocupando nuestro legítimo lugar como parte de la creación. Vivíamos con Él confiadamente, cada día nos concedía su favor y nos daba la vida, difícilmente podremos imaginar un gozo y una paz como había entonces.

 

Era nuestro derecho legítimo y además cada uno de nosotros había sido concebido en el seno de una alianza entre una pareja adulta madura que se amaba, que había dejado a sus padres y era libre y capaz de serle fiel el uno al otro. Éramos una gloriosa expresión del amor y de la fidelidad, parte de la creación de Dios. Para algunos de nosotros, ese principio poco o nada tiene que ver con la realidad, aún cogiéndola con pinzas. A otros, nuestro comienzo en la vida nos dejó llenos de vergüenza y vacíos, preguntándonos si les importábamos o deseando no haber nacido. (Job 3.11)

 

Un vistazo a nuestras familias de origen.

 

En este programa nos centraremos en la relación con nuestras madres y nuestros padres reconociendo todo aquello bueno y útil que recibimos de ellos, pero procurando también identificar lo que pudo faltarnos o lo que no fue lo mejor para nosotros. Al fin y al cabo, nuestros padres también nacieron y crecieron en un mundo caído al igual que ocurrió con las generaciones anteriores.

 

Nuestro objetivo es:

• Relacionarnos con Dios, como Dios que es, y no verle como otro padre quebrantado.

• Ser sanados en aquellas áreas en las que hemos sido heridos.

• Vivir como adultos y siendo nosotros mismos, sin culpabilidad, vergüenza o agresividad.

• Ser libres para relacionarnos mejor con nuestros padres, perdonarles y hallar la paz necesaria para honrarlos por medio de Cristo.

 

Para algunos de nosotros, esas primeras heridas son muy profundas y apenas seremos capaces de empezar a vislumbrar sus efectos en nosotros. Sin embargo, en cierto modo consiguen ensombrecer nuestra relación con Dios y convertirle en parte del problema. Intentamos amarle pero nuestro corazón está lleno de culpa o dolor. (Job 13.3 versión ampliada). Es necesario que le diferenciemos de nuestros padres y que le permitamos ser nuestro Dios y Salvador y que entendamos que la causa de nuestro dolor es la naturaleza caída del ser humano, la libertad para escoger e incluso sus irresponsabilidades.

 

La tarea de nuestras madres y nuestros padres era poner en nosotros un sólido cimiento acerca de lo que significa “ser creados a Su imagen y semejanza de manera formidable y maravillosa” y es entre nuestros semejantes donde esto se pone a prueba.

 

Todos coincidiremos en algunas de las áreas en las que necesitamos Su gracia y sanidad pero otras serán más evidentes en los hombres o en las mujeres así que habrá capítulos separados para cada uno.

 

Dinámica de cada sesión.

 

Los elementos esenciales de “En el principio” son:

• ALABANZA

• ENSEÑANZA, y

• ORACIÓN

(Tanto si es una sesión completa seguida, dentro de un programa, o si está dividida en partes)

 

El objetivo de pasar un tiempo preparándose para cada sesión, es que el material que va a leer, llegue tanto a su corazón como a su mente, y se dé cuenta de los sentimientos o recuerdos que van aflorando, dejando que pueda sentirlos de nuevo en su cuerpo adulto, estando en la presencia de Dios. A partir de entonces, Dios le guiará a un tiempo de sanidad, confesión o consuelo.

 

Lo que Dios quiere es que compartamos todo esto con Él, tal y como nos encontremos, incluso si le hemos incluido entre los problemas que tenemos pendientes de resolver en ese momento.

 

El Espíritu Santo nos conducirá a un lugar de sanidad, revelación, propósito, consuelo, perdón o confesión, aquello que Él vea que necesitamos. Podemos dar gracias a Dios por su presencia y orar para que selle y multiplique todo aquello que ha hecho, que continúe trabajando en nuestras vidas con bendición. A su debido tiempo, incluso aquellas áreas en las que no había consuelo, serán consoladas y hallarán descanso y paz.